11. La primera visita de los hijos de Nía
La primera visita siempre es la más emotiva, pero no por ello hay que dejar a las demás de lado, ya que muchas veces todo puede cambiar en muchos aspectos.
Sandra y Luis son puntuales, llegando cinco minutos antes. Se ha concedido permiso de verse en una mesa, en una sala especial custodiada, pero con juguetes y parquecito infantil de salón donde los niños puedan desenvolverse. Observarles es muy necesario. También acudirá la trabajadora social Clotilde del centro de salud de la zona de residencia, y la de adopciones, Dora. No conozco a ninguna, espero sean compañeras fáciles con las que llevarme bien. Jaime conoce a Dora de algún otro trabajo, coincidencias puntuales en los Juzgados, y bien.
Los padres, encantadores. Son de origen cubano, y se ve que adinerados. Trabajan en la televisión, en un canal mallorquín, en varios puestos, ya que hacen tanto de cámara, guionista y ambos, figurantes. Los niños, adorables: Lila, de 1 año, es muy inquieta, pero sonriendo constantemente; Alejandro, el más quieto a sus dos años, parece serio y asustado, y Violeta corretea con Lila, asegurándose de que no se mueva tanto, y que tienen que obedecer a sus padres. Nos presentamos, y los cuatro profesionales formamos un grupo. En la sala, limpia y arreglada, Nía está ansiosa esperando. Ha perdido unos kilos, y se le nota, y se ha puesto un vestido muy poco favorecedor negro con volantes pero cómodo (Marta ya nos avisó que al menos iba a ir cómoda) cuando los niños van corriendo a verla, abrazarla y besarla...
- !Es mamá!- grita Violeta, con alegría, a sus hermanos.
Nía llora de emoción y felicidad. Los tres se abrazan, siendo el chico el menos cómodo por no recordarla como debería, y Lila contenta de saber qué tiene dos mamás, como le dice Violeta, ya que los padres asumen que la adopción y biología no es paternidad incompatible. Los cuatro hablan, Nía les pregunta donde están, que hacen, si van ya a la guardería, que juguetes les gusta, como si fuese una más del grupo. Luis y Sandra, a un lado, prefieren dejarles estar y se toman a nuestra petición unos tes con galletas que nos trae una de las chicas de cocina antes de lo esperado. Los demás, observamos.
- Me faltan las palomitas- susurra Jaime.
- Y a mí los pañuelos, y llevo veinte años en mi puesto- solloza Dora, que lo vive como en los años de estudiantes.
Clotilde y yo también degustamos un té, pero no podemos permitirnos el lujo de hablar, para no perder la comunicación del encuentro.
Antes de terminar, Jaime propone el juego de las sillas, en el que participamos todos, familia y profesionales excepto los guardias, que no pueden ni aplaudir por protocolo de trabajo y seguridad. Me sabe mal no caber en la silla de infantes, pero es lo que hay. Y soy de las primeras eliminadas. La ganadora, Lila, pero se ha hecho trampas para que lo fuese, aunque al único que le molesta es a Alejandro.
Acordamos nueva visita dentro de un mes, por protocolo. Damos gracias que no sea más tarde. Y, como no, los niños se van felices y Nía, en parte sí, pero, al volver a la habitación, nos informa Almudena, que está llorando y muy triste...
- Ahora no, mañana- me dice Dora.- Tenemos que continuar con los protocolos y saber hasta dónde entrar, y guardar y conservar la línea de profesionalidad. No le pasará nada por haberse emocionado, al menos la concienciará y deseará mejorar, sólo por verlos.
- Cierto- confirma Clotilde. - Lo que en la próxima no sé si estaré. En mi caso, si no hay cambios, basta que acuda cuando me necesitéis o pase algún dato nuevo, pensad que hay casos de problemática de salud más graves. En este caso, los niños están muy bien con sus padres adoptivos
- Una pregunta, ¿ellos tienen vih? - pregunta Jaime.
- Tanto los niños como los padres adoptivos- informa Clotilde.- Pero dadas las referencias, estudios, observaciones y todo lo que hemos observado, está muy bien que un matrimonio decidiera adoptar niños con vih antes de traer más vidas a este mundo, y evitar complicaciones en embarazo, salud y futuras vidas. Yo fui la primera que luché por esta adopción, y me enorgullezco. En la próxima, más.
Nos despedimos de las profesionales. Jaime y yo volvemos al despacho a buscar el bolso y las cosas. Suena mi móvil.
- ¿Otra promoción de Movistar para que compres el canal porno con cuerpos 10?
Respondo, sonriendo:
- No, hoy tengo una cita.
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